La
crisis presupuestal de la Universidad Nacional se hace evidente con solo
visitar su campus: más allá del habitual vandalismo, existen señales de
abandono total. En muchos salones se
siente el paso de varias generaciones no solo por la tradición, también por el deterioro
y el desgaste de un equipamiento
guardado celosamente pero con huellas de un uso que va más allá de la vida útil.
Uno esperaría
que el Rector como cabeza visible de la Institución y primer servidor público
diese el ejemplo de hacer un gasto moderado y racional de manera que podamos sobreaguar
los tiempos difíciles que se viven actualmente.
El
Señor Mantilla al contrario de solidarizarse con una comunidad Universitaria que trabaja en condiciones indignas, se ha
dedicado a velar por la comodidad de un círculo de ayudantes cercanos y de si
mismo procurándose toda clase de lujos en su oficina como si se tratase de una organización
prospera.
El señor Rector no está haciendo nada ilegal, ha hecho gastar 190 millones para su oficina de la manera más clara y trasparente. El problema es que él mismo le ha dicho al país que la UN no tiene dinero: una acción que se percibe como hipócrita y falta de consideración.
Ese monto de dinero en el contexto de los gastos de la UN resulta ínfimo, pero la acción es de incalculables consecuencias. Como se le puede pedir a los altos mandos a que racionalicen sus gastos, con qué cara se le pide a los particulares a que hagan donaciones, como se le dice a los trabajadores que no se les puede aumentar el sueldo, como se le exige al profesorado mas compromiso.
Este episodio nos recuerda los ejemplos históricos de mal liderazgo y el porqué en este país las cosas no funcionan. Para los que conocemos la Universidad a fondo esta situación también nos hace recordar vívidamente el tipo de manejos que se dan dentro de ella: nos da Vergüenza UN.
Postdata: El movimiento "estudiantil" hará de esta situación su caballito de batalla en favor de su agenda oculta (conquistar el mundo).