Para
la administración de la Universidad el nuevo "examen" sería una gran
jugada: plata y prestigio en un solo paso. Esperaban volver a ganar un
prestigio perdido hace años destronando al examen del ICFES de manera
que el examen de la UN fuese el nuevo parámetro en otras universidades
para elegir a sus nuevos estudiantes. En el aspecto económico esperaban
aumentar la cantidad de aspirantes pasando
de 100.000 a 200.000 manteniendo el valor de inscripción: una fuente de
dineros fácil en momentos que las arcas parecen vacías.
Estos
propósitos deseables fueron la base de un proyecto que carecía de
realismo: nunca se hizo nada para convencer al resto de instituciones de
las ventajas del examen UN sobre el del ICFES, se asumió de manera
infantil que los demás adoptarían una herramienta que no estaban
pidiendo. Por otro lado los diseñadores del sistema confundieron a los
potenciales aspirantes complicando las reglas (dejaba de existir el
único resultado admitido/no admitido, en adelante serian dos o más
resultados parciales) y adicionalmente los promotores reforzaron la
imagen de examen insuperable repitiendo hasta el cansancio que solo
pasarían los puntajes más altos. Lo ideal hubiera sido mostrar al
proceso de admisión como algo atractivo y al examen como una
herramienta de selección justa... pero esto de vender ideas no es el
fuerte de los burócratas de admisiones ni de los académicos convertidos
en gerentes.
Al final no fue mucho el trabajo que se perdió porque
la administración se limitó a cambiar algunas normas internas y a dar
declaraciones en los medios...en realidad se hizo demasiado poco en
este proyecto.
El examen de admisión en sí mismo no sufrió el
cambio radical que se enunció en varios titulares de manera equivocada
(fenómeno liderado por la Agencia de Noticias de la UN). Con un año de
distancia se puede respirar tranquilo porque no se realizaron las tales
innovaciones en el examen y los problemas se crearon en el proceso de
asignación de cupos, acá el examen no tiene culpa de nada, la culpa es
del proceso en el que se utilizan sus mediciones.
El resultado de
esta aventura académico-administrativa de bajo presupuesto es el
estancamiento en la cantidad de aspirantes que compran el PIN y
renovados ataques contra el examen de admisión que paso de ser visto
como un mal necesario a percibirse como una piedra en el zapato... lejos
están los sueños de alcanzar los 200.000 aspirantes al año y de
convertirnos en el nuevo supremo evaluador de los bachilleres
colombianos.
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